Un gran proyecto lleva años en concretarse, y en el paso del tiempo son muchas las personas que se involucran y que aportan con su granito de arena.
Este es el caso de la Dra. Teresita González, bioquímica de formación, y quien actualmente ocupa el cargo de Directora Interina del Museo Hospital de Clínicas, siendo sucesora del creador, el Prof. Salvador Addario Bentrón.
Aquí nos comenta un poco sobre su participación en la creación del Museo Hospital de Clínicas*
"La historia comienza más o menos en el 2008. Conocí al Prof.
Addario, él ya tenía su museo de la primera cátedra; y a él le contaron que yo
estaba haciendo un ensayo documental a través de fotografías del Hospital de
Clínicas.
Entonces él se acercó a la tercera cátedra, al departamento
de hematología, donde yo prestaba mis servicios como bioquímica. Yo le dije
que, ciertamente, estaba haciendo fotografías, y me preguntó si esas
fotografías se podrían donar al museo, y le dije que sí, que cuando esté
terminado el ensayo volveríamos a
hablar. Incluso mencionó una posible compra, que se pagaría para que forme
parte del Museo, a lo que respondí que simplemente donaría las fotos. Fue así
que me enteré que él estaba en un proyecto de Museo del Hospital de Clínicas.
Pasado el tiempo tuvimos una entrevista, porque a él le
prometieron que contaría con un lugar más grande para la puesta en escena.
Por entonces, el Hospital aun funcionaba en el predio de Sajonia. Fue allá por
el 2010 más o menos que conocí a la arquitecta Cristina, quien estaba ayudando
al profe con el proyecto de un futuro museo, un museo bien armado, ordenado,
con fichas técnicas; y ella me dijo que yo podría trabajar para el museo por
mis conocimientos de fotografía, inclusive, me explicó cómo se deben quitar las
fotografías de un objeto que pertenece a la colección de un museo, cómo se hacen
las fichas. Y a mí me encantó todo lo que ella conocía.
La historia, sin embargo, quedó en stand by, porque había
nada en concreto; cuando le veía al profe,
con quien nos cruzábamos alguna que otra vez, le decía “profe, ¿y después? ¿y
tu museo?”, y me decía “aun no dieron un lugar más grande”. Hasta que, en el
2012, la mudanza del Hospital de Clínicas a la ciudad de San Lorenzo era
inminente.
Entonces, como yo seguía sacando fotos, me paseaba por todos
los rincones después de mi horario de trabajo, que era hasta las 10:00am; era
un horario repartido en 5 días en 3 horas. Con mi guardapolvo de bioquímica y
mi cámara yo ya tenía permiso. Continuaba con pasión, inclusive durante la
mudanza registré cómo alzaban las cosas. A veces también me hacía escapadas
cuando el registro era urgente, por ejemplo, me decían “ahora se están mudando
y quitando los colchones de tal parte”, entonces corría yo a toda velocidad
para registrar ese momento.
En una ocasión cuando se mudaba una de las últimas cátedras, la de la sala X,
me cruzo otra vez con el profe, y me dice “a vos te quería encontrar, estoy
camino a una reunión con el decano,
puesto que ahora me piensan dar más lugar para la puesta en escena del Museo,
porque todo esto –refiriéndose al recinto- quedará abandonado”, y me pregunta
“si es que querés ir al museo ¿dejarías la bioquímica?” y le dije yo “por qué
profe?” Porque yo pensaba que podría
trabajar de las dos cosas, y me dijo “porque es seguro que no hay rubro para esto, vas a
tener que trasladarte con tu rubro de bioquímica”.
Al regresar al departamento de hematología y terminar mis
labores del día le pregunté a mi jefa si accedería a darme el traslado al
Museo, y me dijo “puede ser, Tere, pero mirá que nosotros te necesitamos ¿vos
en verdad querés ir?” Era claro que yo quería ir.
Al día siguiente el profesor me da la buena noticia de que
la ex sala IV pasaría a ser espacio para la puesta del Museo. En el 2012 el
Hospital se mudó totalmente, el Profesor me llama y solicita mi traslado, que
contaba con el Visto Bueno del decano, quien además crearía la dependencia “Museo”.
Dejé el departamento de hematología y la bioquímica, y me
aboqué en hacer todo lo concerniente a gestión cultural para el nuevo Museo. Yo
conocía sobre gestión gracias a mis grupos de fotografía, ya que en ellos había
gestionado visitas desde el extranjero, contaba con contactos en muchos grupos
de artistas, de fotógrafos y de centros culturales, de empresas que apoyan
eventos. Pensé que todo esto podría ayudar al Profe a concretar su sueño del
Museo.
¿Cómo fue para que se
contacte con el banco ITAU?
Y, la verdad que fue una suerte del destino. Porque yo en
ese tiempo trabajaba con un fotógrafo que era contratado por ITAU, él no querrá que de a luz su nombre, pero me pasó el contacto de la persona que estaba en marketing, y
me dijo “escribile a esta señora y pedile una entrevista”
Así lo hicimos, concretamos una entrevista y me acompañó
Mariluz Martin por parte del Hospital, y de allí nos derivaron a la Fundación
ITAU, donde tuvimos una reunión con Liz Cramer. Ella tuvo un feeling total con
el proyecto, le gustó de entrada. En la primera entrevista ya dijo que SÍ.
Era un proyecto lindo, un proyecto social que beneficiaría a
muchas personas, tenía todas las de ganar, porque la comunidad aledaña al ex
predio del Hospital es en cierta forma carenciada y se vio desprovista del
mismo; entonces, este proyecto vendría más o menos a llenar un hueco, no del
todo, pero al menos no se sentirían tan abandonados porque la verdad, así estaba, abandonado. Liz dijo que tendría muy buen impacto social, y que ITAU favorece a los proyectos que tienen este tipo de impacto.
“Como Fundación no podremos dar el monto total necesario
para cumplir el proyecto. Contactaré con un museólogo que realizará el
presupuesto, y en base a lo que él presente veremos en qué porcentaje nuestra
ayuda podrá ser brindada. Tal vez el resto pueda ser colaboración de la
Facultad de Ciencias Médicas” fue lo que nos dijo Liz. Y así pasó. Hablamos con el museólogo Luis
Lataza, quien recorrió el sitio y vio los objetos con los que contábamos. Vio
todo lo que se podía reciclar, como muebles viejos , puertas, pedazos de madera
y calculó todo lo que tenía que hacer, pintura, y puesta en escena. Él le llamó
puesta en escena a revalorizar el objeto con ciertos soportes o escribir la
historia en infografías rápidas de leer, con fotos atractivas, y poner también
cosas como escritorio, radios viejas, camas viejas, poner en un contexto que sea
agradable a la vista, que invite a conocer, a leer.
La mayoría de los objetos estaban en el Hospital abandonado,
el desafío era rescatar esos objetos de los lugares donde estaban encerrados,
como por ejemplo las cialíticas, que se encontraban en el área de cirugía. Las
camillas estaban en el área de
radiología, por más que una camilla de cirugía sirve para acostar a
alguien que tendrá rayos x, algunas estaban allí también, la mayoría de las
camas estaban en esta cátedra, en la cuarta. En sala X había un montón de
objetos, máquinas de escribir viejas; en banco de sangre había un espectrofotómetro, había microscopios, aparatos para mezclar la sangre, muchísimas
cosas que estaban en desuso. Estaban todas tiradas por el piso o abandonadas en
las mesas. La mudanza consistió en irse con lo que servía, y dejar atrás todo
lo que no servía.
¿Y esa búsqueda de objetos, la hacían ustedes?
Sí, los primeros cuatro meses, mucho antes de hablar con
ITAU, estuvimos en una oficinita muy pequeña en el área de recursos humanos, y
desde ahí salíamos a juntar objetos de
lugares que no tenían llave y que podían servir al museo. Los llevábamos
a un depósito que estaba en el área de
la ex maternidad, y de tanto en tanto Karina y Luz, ambas funcionarias del
futuro Museo, le pasaban un trapo a los objetos para que no se le acumule tanto
polvo. Esos meses fueron muy duros porque este lugar estaba en abandono, sucio,
siquiera una escoba pasaba por el hospital.
Cuando pasamos a sala IV, a finales del 2013, es cuando se empieza
a ver la cuestión con ITAU.
Por lo menos ya teníamos las cosas ordenadas dentro de la
sala IV, pero ordenadas sin ningún conocimiento museográfico, solamente con los
objetos puestos en fila: las mesas, las sillas, los aparatos de toma de
presión, el aparato que es para reanimación. Estaban todos puestos en mesas y
sacudidos.
¿Cómo impacta este espacio actualmente?
Este espacio tiene muchísimas posibilidades, no solamente en
cuanto al conocimiento de la historia, sino posibilidades educativas,
culturales. También puede ser un espacio de arte contemporáneo, aunque hagan
falta recursos.
Creo que es mucho lo que logró el Museo, desde su apertura
en el 2014. Los médicos y médicas, enfermeras y enfermeros, y funcionarios en
general, se están involucrando con el lugar, vienen a realizar sus festejos de
aniversario de promoción, por ejemplo, se empoderan de su propia historia.
Dicen “¡pucha, sí que es mucho lo que hicimos!”.
¿Podría decirse que activa la memoria?
Sí, activa la memoria, y activa esa parte que necesita el
paraguayo: empoderarse de su historia para sentirse bien, no para sentirse mal,
sino para fomentar su autoestima, que es lo que necesita nuestro pueblo.
Yo creo que todo el trabajo que se hizo acá fue muy bueno,
de todas las personas, como por ejemplo de Luz Fretes, quien ayudó muchísimo
siendo nuestra auxiliar; también Karina Elmo, con todo lo que era recolección
de objetos y su cuidado; y mi parte, por supuesto, que era ayudarle a ellos.
Por entonces lo que hacía era buscar los recursos, y bueno, justo se dio la
oportunidad de trabajar con ITAU, porque se consultaron otros lugares pero no
llegamos a concretarlos.
Así también la valiosa labor de Luis Lataza, quien puso todo
su empeño en usar los recursos con los que ya contábamos, y poner en valor de
la mejor manera los objetos, y que sean estos mismos quienes cuenten la
historia.
*El texto aquí trascrito forma parte de una entrevista realizada por Lisa Di Benedetto a la Dra. Teresita González en octubre del 2018.